23 junio, 2009

El Desdichado

Canta, oh musa, la desdicha del Topo Aguirre; a quien el hado funesto trató con tal saña como pocas veces se ha visto.

Hubo en el principio un niño frágil e inocente que bajo el amparo de sus preclaros y dilectos padres

supo probar la ambrosía del amor y soñar un futuro brillante. Mas habiendo su padre descubierto a su madre gozando en manos del jardinero, plúgole a este quitarse la vida, pero no sin antes también arrebatársela a ella.

Lóbregos y siniestros hogares fueron testigos de sus pesares tras el acerbo suceso donde, a mal menor, fue pasto de los vicios y bajezas a los cuales se entregaban aquellos encargados de su guarda. Así y todo, hecho ya un hombre, y habiendo ganado el apodo de Topo, amén a su habilidad para esconderse hasta debajo de la tierra cuando era necesario, logró arribar al mundo de extramuros con las esperanzas cuasi intactas, o al menos, no tan maltratadas como otras zonas de su alma, por no querer acordarnos de su vejado cuerpo.

Precario en habilidades, pero también en pretensiones, a fuerza de sudor y sangre fue consiguiendo hacerse un lugar, o más bien un hueco, en el que acomodarse por las noches y trabajar durante el día. Y así, trabajando trabajando, ciertas recompensas y premios fue ganando. Claro que estos no pasaron desapercibidos, de tal modo que la admiración de las mujeres, y la envidia de los hombres, dieron por fruto que estos últimos, siempre mezquinos, urdieran un plan para quedarse con sus prendas, arruinar su reputación y quitar de en medio su fastidiosa presencia.

El plan dio resultado. El Topo fue a parar a la Cárcel, donde su grácil figura, producto de las hambrunas y trabajos padecidos, le hicieron ganar el incómodo aprecio de los demás reclusos. Aprecio que por otra parte él no compartía. Sin embargo, durante este periodo, por primera vez en su vida de suplicios encontró un hombro fraterno en el cual apoyarse. Se trataba del Cholo Quinteros que, al verlo partir nuevamente hacia la libertad, lo puso en contacto con su familia para que le dieran una mano.

En una humilde casa de adobe conoció a la madre del Cholo, que le ofreció un guiso caliente y reconfortante que le devolvió el alma al cuerpo y le hizo olvidar sus penas. Conoció también al padre del Cholo, que lo recomendó para que trabajase a su lado en una obra. Y, por último, conoció en detalle a la hermana menor del Cholo, de quien se enamoró perdidamente. Grande fue la sorpresa del Cholo al salir de la cárcel cuando su viejo amigo lo puso al corriente.

-¡Pero es una nena! -se oyó retumbar el vozarrón mientras ponía un puño en alto-. Trece años tiene nomás la pendeja. Te voy a matar, hijo de una re mil puta y la recalcada concha de tu madre.

Y así fue que, moretones más, moretones menos, el Topo Aguirre dio un paso al costado de aquella historia y volvió a salir en búsqueda de nuevas desventuras; las cuales fue encontrando: conoció la traición y el desengaño hasta el punto de poder distinguir entre sus variedades hasta la más ínfima de sus sutilezas. Probó el amargo sabor del fracaso tantas veces como algo se propusiera. Olfateo el terror y degustó el miedo con la misma maestría y detalle que un sommelier analiza un gran vino. Fue humillado, ultrajado y degradado a tal punto que el estoico más recio quebraría en llanto de tan sólo imaginar sus infortunios.

Feliz anda por la vida el Topo Aguirre. Feliz pues le encontró el punto flaco a su sino. Feliz porque entre tanta vileza y mentira logró aferrarse a la única verdad que no le fue traicionera. O como él diría con su tosca voz: No es que no tenga de qué quejarme, vio. Pero prefiero aprovechar lo que hay, que mañana le aseguro que voy a estar peor.

09 junio, 2009

Sin nombre

Pasa que no siempre, que digo siempre, más bien casi nunca, se termina de comprender. El noventa por ciento de las veces el fracaso está asegurado y, así y todo, dale que te dale. Tiempo parece que sobrara. Sin embargo, y esto no lo digo sólo yo: no, no sobra. Tu insistencia no deja de sorprenderme. Presencia que se torna perpetua como la sombra de un elefante. Sin lugar a dudas nunca vas a perder del todo la inocencia; la maravilla y el misterio te viven a flor de piel. Tu vida, así como estás, entre tanta nadería, parece más soñada que vivida. Voz de pavo real, o de jirafa bochinchera, debe de tener tu musa. Sin que nadie lo note hace rato que venís con esto. Tu sonrisa a mi no me alcanza. Mirada con gusto a limón y noche tienen esos ojos que se me escapan. Que cosa, pensar todavía esto no se termina. Aún hay cosas que tienen vida más allá de nosotros. Se tendría que apagar la plata de todas las bogas que nadan el paraná para que esto se termine. Extraña la forma de tu cuerpo esta perseverancia que aun no tiene nombre.