25 octubre, 2011

El Beso

Había estado esperando más de un cuarto de hora, hasta que su suegro terminó el vaso de whisky y fue a servirse otro. El gran hombre se la pasaba hablando de dinero, sugiriéndole negocios, y tenía la molesta manía de colgarse de su brazo para reclamar su atención. Por suerte había quedado atrás, y antes de notar su ausencia, estaría aburriendo a algún otro con sus peroratas. Atravesó el salón –donde algunas parejas comenzaban a bailar– y se escabulló de la fiesta ajeno a las miradas.