28 febrero, 2011

Andrea

Una noche de verano a Andrea se le ocurrió un juego. Arrancábamos todos las flores que había en las macetas del balcón y, cuando pasaba una pareja por debajo –no cualquiera, una que nos gustase–, dejábamos caer los pétalos al grito de: “¡Viva los novios!”.
Ella vivía enfrente, también en un segundo piso. Aun no habíamos empezado la escuela primaria. El juego no duró mucho. Apenas una o dos veces en mi balcón y alguna otra en el suyo. Cuando mi madre descubrió la causa del mal estado de sus plantas, nunca más volvimos a jugar.

21 febrero, 2011

Antes que cese el trueno, cae la lluvia

Su primer esposo fue un marino que vivía para realizar proezas en el mar. Eran los tiempos en que aun se navegaba a vela. Al año de casados, le avisaron que había muerto al tratar de cruzar el cabo de Hornos. El segundo, fue un suboficial del ejercito que partió a la guerra prometiendo que volvería pronto, y nunca pudo cumplir su promesa. El tercero, un empresario teatral. Buena persona, buen mozo, trabajador y bastante tísico. No logró pasar el invierno.
En el pueblo se empezó a decir que estaba maldita, que traía la muerte a sus amantes. Ella misma empezó también a creer esto; sin embargo, no podía evitarlo, seguía enamorándose (porque ninguna mujer amaba tanto, como había amado ella a sus maridos).