Su primer
esposo fue un marino que vivía para realizar proezas en el mar. Eran
los tiempos en que aun se navegaba a vela. Al año de casados, le
avisaron que había muerto al tratar de cruzar el cabo de Hornos. El
segundo, fue un suboficial del ejercito que partió a la guerra
prometiendo que volvería pronto, y nunca pudo cumplir su promesa. El
tercero, un empresario teatral. Buena persona, buen mozo, trabajador
y bastante tísico. No logró pasar el invierno.
En el pueblo
se empezó a decir que estaba maldita, que traía la muerte a sus
amantes. Ella misma empezó también a creer esto; sin embargo, no
podía evitarlo, seguía enamorándose (porque ninguna mujer amaba
tanto, como había amado ella a sus maridos).
El cuarto en
recibir su atención fue un viejo que traficaba en madera. Ante las
advertencias que le hacía la gente, el viejo siempre respondía: “Y
a mí qué me importa. De todas formas, a esta altura de la vida, de
lo único que estoy seguro es de que voy a morir pronto”. Y en
efecto, así fue. Y de no ser por un joven y alegre truhan que
conoció en el velorio de su marido, seguro hubiese caído en una
gran depresión.
Es verdad
que el muchacho se acercó a ella codiciando la herencia del viejo;
pero también es cierto que, al momento de la boda, estaba
profundamente enamorado de ella. Sin embargo, esto no bastó para
alejarlo de su antigua vida de engaños y pillaje y, al poco tiempo,
un marino le cortó la garganta por hacer trampas con las cartas.
Los rumores
acerca de la maldición no paraban de crecer y su familia estaba
desconsolada. Pero ella era joven y, esto tendríamos que haberlo
aclarado antes, poseía tal belleza que más de uno hubiera estado
dispuesto a perder la cabeza por su amor. Además, como sostenía el
profesor Green, si uno reflexiona sobre su caso, no hay un sólo
hecho que no pueda explicarse por pura lógica.
Su primer
marido era un loco aventurero; todos saben que esta gente, salvo
rarísimas excepciones, muere joven. Explicar la muerte prematura de
un soldado es algo en lo que no vale la pena detenerse. El tercer
marido, a todos nos consta, estaba enfermo desde mucha antes de
conocerla; nadie esperaba realmente que durara demasiado. El viejo,
si bien tenía un buen pasar, la mayoría de su tiempo ya había
pasado. En este punto, quizás alguno quiera insinuar que la codicia
fue el motor que la llevo a buscar tan frágiles parejas, por tanto,
es bueno aclarar que salvo el viejo, los demás carecían de fortuna.
En cuanto al quinto, al momento de casarse, podemos decir que solo
por suerte aun no había pisado el cadalso.
Tan
convencido estaba el profesor, que él mismo, un señor hecho y
derecho, en la flor de la edad, poseedor de una vida prospera y
ordenada, gozoso de buena salud, estaba dispuesto a tomarla en
matrimonio y, por supuesto, vivir muchos años a su lado, con tal de
demostrar al resto del mundo que estaban equivocados.
Claro que
ella no lo amaba, y jamás podría casarse con alguien cuyo único
propósito era probar, o más bien refutar, una teoría. Más allá
de que la relación con el profesor no prosperó, el reflexionar
sobre sus ideas terminó por convencerla de que no era casualidad, ni
muchos menos una maldición, su mala suerte. Le aterraba la idea de
tener que pasar toda su vida junto a una sola persona. El pasión
debía ser fugaz, jamás apagarse. Y si esta idea no los convence,
piensen en que no es lo mismo asistir al funeral de una persona, que
al de un amor.
El sexto
caso fue aun más raro que los anteriores (si es que lo anteriores
tenían algo de raro). Un hombrecito enjuto e insignificante golpeó
un día a su puerta y le dijo: “Sólo deseo morir, peor no tengo el
valor para quitarme la vida”. Luego agrego: “Cásese conmigo”.
Sintió pena
al verlo, pero también le resultó simpático, así que lo invitó a
tomar el té. Pasaron toda la tarde juntos, charlando. Al despedirlo,
le confirmó que no se casaría con él; no se casaría con nadie a
menos que fuera por amor. El hombre salió devastado. Por un lado,
cayó en la cuenta de que se había enamorado y, por el otro, creía
haber arruinado toda posibilidad de conquistarla. Ella nunca le
creería que la amaba. Esa noche, tuvo el coraje de meterse al mar
con los bolsillos llenos de piedras.
Al oír la
noticia, no supo si ponerse triste o alegrase por el pobre hombre
que, al fin, gracias a ella (aunque aun no comprendía bien por qué),
había logrado su objetivo.
Con el
tiempo volvió a tener otros amores; volvió a haber más muertes.
Una noche tuvo un sueño: estaba otra vez casada y era feliz. Iba de
visita a la casa de una amiga. Al entrar, se encontraba con su esposo
recostado en el sofá. Ahora ésta era su casa. La escena se repetía.
Si entraba al mercado, el mercado era su casa, y ahí estaba su
esposo. El horror iba en aumento. Ella estaba cada vez más vieja,
más cansada. Desesperada, corría a casa de sus padres y, al entrar,
su esposo estaba esperándola, con las pantuflas de su padre, casi
con la misma cara, sólo que más joven. Entonces, agitada, casi sin
fuerzas, corría hacía un acantilado que era el cabo de Hornos, pero
también, era el mar del hombrecito con piedras en los bolsillos;
al arrojarse, despertaba. Ese día, decidió que no volvería a tener
sexo, al menos, no de manera convencional. Nunca había querido
quedar embarazada, pero ahora, la sola idea le daba pavor.
Sin embargo,
no podía dejar de amar. Así fue que llegó un extranjero escapando
de sus tierras, más al norte, pues, por no sé qué deuda, habían
jurado matarlo; ella le brindó refugio y él la tomó por esposa,
ignorando su pasado. Pero siempre hay gente envidiosa, solteronas
avinagradas, que le fueron con el chiste, el cual no pareció hacerle
gracia. La suerte estaba echada y, a la semana, sus enemigos le
tendieron una emboscada, de la que sólo por milagro sobrevivió. Al
poco tiempo contrajo la fiebre tifoidea, agonizó durante dos
semanas, y al mes estaba curado. Llegado el invierno, con las
primeras heladas, tuvo un accidente montando; estuvo una semana
inconsciente y se recuperó como si nada hubiese pasado. No había
fuerza humana, ni de la naturaleza, capaz de acabar con la vida de
este hombre. Alice, éste era el nombre de ella, no sabía que
pensar. Ciertamente no estaba contenta. Pero no porque quisiera verlo
muerto, sino porque no comprendía el por qué. Qué era lo que éste
tenía de distinto.
Se pasaba el
día estudiándolo, acechándolo por todas partes en busca de algún
secreto. Él, percatándose de esto, pensó que tramaba matarlo, no
encontraba otra explicación a su extraño comportamiento. Un día la
encaró, puso un revolver cargado en sus manos, y la desafió a que
lo matara, pues no soportaba seguir así. Ella disparó, dijo luego,
por qué quería saber si realmente él era inmortal, si no era todo
más que un sueño. La bala entró y salió por un hombro, sin hacer
mayor daño. Vivieron juntos muchos años y tuvieron hijos. Nunca
fueron completamente felices, pero tampoco demasiado miserables, lo
cual era muy común en aquella época.
19 comentarios:
Buen relato.
Al final, tuvo una vida normal. Bo hay felicidad absoluta.
Un abrazo.
Claro, aunque de cerca, ninguna vida es normal.
Abrazo, Gaucho!
No se si lo normal existe pero si todos se enamoran en mayor o menor medida...te extraño Niko besitos
♫ mengañaste mementiste... ♪
(caí como una chorlita)
y encima ahora tengo que guglear 'chorlita'
Pato: sí, cuelgue total, ya vamos a armar la dichosa cena. Besos!!!
Viru: bueno, bueno... es el marketing que le dicen, hay que enganchar a la gente. Ya trataré de resarcirme con sexo desenfrenado en un próximo cuento.
Hey Nico,
Muy bueno como de costumbre. Te noto con el estilo un poco fluctuante entre relato y relato. Lo manejás? Se va dando solo? Te das cuenta?
Este es uno de esos relatos que uno se queda con ganas de releer un tiempo más tarde. En una semanita vuelvo!
Best,
Sergio
Hola, Sergio!
Lo del cambio de estilo por lo general es adrede. Tiene que ver mucho con el tipo de historia a contar. Para "Las mujeres no me leen" necesitaba un estilo recargado, lleno de digresiones, de pasos en falso, porque más que nada ese era el relato, o sea, estaba muy ligado al estilo, sin eso no había mucho que contar.
En este cuento, en cambio, el estilo es más simple, poco florido, como para dejar que la historia fluya sin demasiado estorbo. En "Preguntas Frecuentes", por ejemplo, es deliberadamente pomposo, pero más que nada para dar lugar a la parodia.
Por lo general trato de ir acomodándolo a la historia a contar, de la misma manera que uno a veces siente que algo es un cuento, y otras, un poema. Calculo que será porque no tengo un tema, o interés específico,sino que me gustan un montón de cosas.
Trataré de corregirlo un poco entonces para antes del fin de semana.
Abrazo!
me encantó... (me recuerda a garcía márquez, no es por comparar, tal vez ni te gusta su obra). hay mucho de niño interno creativo y estallando, ja, felicitaciones
Hola, Lau!
Me gusta mucho García Márquez, es todo un halago la comparación (exagerada, claro).
Gracias por comentar!
Ironizando eso que llaman amor? los que amó, se le murieron, y le duró el que no esperaba. Justo con el que no quería saber nada, tan rutinario como ese sueño premonitorio.
Pobre mujer, debió conformarse con una obligada y por eso mismo, paupérrima compañía...
Me supo a Mujica Lainez, no puedo decir por qué, una brisa, una reminiscencia. No hagas caso. Es tuyo.
Ritmo que se sostiene párrafo a párrafo, rozando apenas un desafío detectivesco al lector.
Muchas gracias por los comentarios!
Buenísimo que digas lo del ritmo, porque a mi me cuesta mucho con mis textos darme cuenta si lo tiene o no.
Y bueno, tampoco digamos que la compañía era paupérrima, tan malo no era el chabón.
Gracias de nuevo.
Tragedia más, tragedia menos, es lo que le sucede a la mayoría de las chicas, pero así narrado, hombre, suena mucho más interesante :D
Seguramente las chicas tienen historias mucho más interesantes, pero disimulan... :P
Gracias, MariaCe!!!
Es hermoso... la entiendo a esta chica, la rutina puede matar, pero con divorciarse alcanza, caramba! Claro que no tendría tanto interés el relato si en vez de muertes fueran divorcios... Para eso están los programas de chimentos. Déjelo así, es más romántico.
Ojo, que no es mala la idea de los divorcios en vez de las muertes, pero eso más que un cuento sería una novela. Las separaciones nunca son sencillas, y mucho menos rápidas.
Gracias por comentar, Rusit@!!!
Un relato poderoso sobre casualidades funestas. Me gusta el tema. Con todas las salvedades, una historia de amor. Felicitaciones, Nicolás!
Sin duda una historia de amor, un genero tan rico que, más allá de la cantidad de abusos que ha sufrido (y como quien dice, qué le hace una lancha más al Tigre), aún parece estar lejos de agotarse.
Gracias, Eduardo!
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