23 agosto, 2011

Sanjuanino

Se enteró, preguntó el Sanjuanino, ya le pusieron nombre. Durand lo miró con odio y luego volvió al trabajo. Valentina, creo que le pusieron. Durand cerró el puño sobre la hoja en que estaba trabajando. Sí, ya sé que es feo, se parece más a una Marta, una Elsa a lo sumo. Durand se paró de golpe, arrastrando la silla. Bueno, bueno, no lo molesto más, Doctor, dijo el Sanjuanino viendo que había logrado su objetivo. Es por una canción, sabe. Siga trabajando, que yo me voy a hacer unos mates.
Al Sanjuanino le gustaba molestar, especialmente al ingeniero Durand, nomás por saberlo cascarrabias. Salvo por un sereno que se quedaba en el piso de abajo, no solía haber mucha más gente por las noches. Antes de que trajeran la máquina, la primer computadora del país, ni siquiera el Sanjuanino se quedaba después de las doce.

08 agosto, 2011

El Resto

“Un arte cuya forma exige no ser descubierta”
-R. Piglia, Prisión Perpetua.

No nos perdamos en detalles, amor, vayamos al grano.

Nicolás me dijo que desde hace meses solo piensa en una historia. Que por más que trata, esa historia está ahí, clavada en la piel, alfileres atravesándole los párpados, sangre recorriendo las mejillas y volviendo a su boca. Un círculo perfecto puede ser también una cárcel perfecta.

No nos apresuremos. Puedes bajar la montaña corriendo y llegar al valle en un abrir y cerrar de ojos; pero si bajas despacio, puedes cogerte a todas las cabras en el camino.

Melina había sido criada en el campo, abandonada por su padre. No en vano soy profesora de lengua, me dijo, sacándose la pija de la boca y mirándome a los ojos. Una sonrisa deliciosa.