Una
fría mañana luego
de un sueño agitado, yo, que no era más que una
pobre cucaracha de
Praga, desperté convertido en un pálido hombre de
negocios. Me
encontraba aun en el callejón donde había pasado
toda mi vida,
tirado plácidamente entre la basura.
Mi primera reacción, un
infructuoso intento por levantarme, tuvo por consecuencia la muerte
de la mitad de mi familia. El resto de mis hermanas, varios primos e
incluso mi madre indignada, corrieron a esconderse con más
susto que
asombro. Mi novia, junto a quien había pasado la noche
anterior, se
encontraba aplastada bajo la manga de mi saco. La descubrí
al notar
la risa sarcástica de Margarita, una vecina que desde
hacía un
tiempo se me venía insinuando. Limpié sus restos
con unas solemnes
palmaditas y aproveché para mirar la hora. Noté
azorado que había
perdido el tren de las cinco, pero si me apuraba podía
alcanzar el
de las siete. Tomé el maletín que se encontraba a
mi lado y empecé
a correr.
20 febrero, 2010
Mientras tanto...
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