20 febrero, 2010

Mientras tanto...

Una fría mañana luego de un sueño agitado, yo, que no era más que una pobre cucaracha de Praga, desperté convertido en un pálido hombre de negocios. Me encontraba aun en el callejón donde había pasado toda mi vida, tirado plácidamente entre la basura.
Mi primera reacción, un infructuoso intento por levantarme, tuvo por consecuencia la muerte de la mitad de mi familia. El resto de mis hermanas, varios primos e incluso mi madre indignada, corrieron a esconderse con más susto que asombro. Mi novia, junto a quien había pasado la noche anterior, se encontraba aplastada bajo la manga de mi saco. La descubrí al notar la risa sarcástica de Margarita, una vecina que desde hacía un tiempo se me venía insinuando. Limpié sus restos con unas solemnes palmaditas y aproveché para mirar la hora. Noté azorado que había perdido el tren de las cinco, pero si me apuraba podía alcanzar el de las siete. Tomé el maletín que se encontraba a mi lado y empecé a correr.