No
soporto a la gente
que
se deja deslumbrar por los ojos.
Pura
porquería.
Quien
sabe, ha de preferir la boca.
Inútil
comparar
a
ese par de señoritos mirones
con
la vehemencia que va
del
mordisco a la palabra,
capaz
de descubrir
las
formas ocultas del cuerpo,
universos
de sabores
donde
muere ciega la mirada.
¿Quiere
conocer realmente a alguien?
Lléveselo
a la boca.
Arrójese
al cuello de su enemigo
hunda
los dientes en su yugular,
y
que después vengan a hablarle
de
miradas que matan.
Si
los ojos sirvieran
para
algo mas que la sed,
alcanzarían
las vidrieras
para
la felicidad.