21 noviembre, 2009

De los pies a la boca

-Usted no se imagina con las ansias que he esperado esté momento.  
-No me diga nada, se exactamente lo que siente. Yo siento lo mismo.
-He soñado con sus pies todas las noches desde que la conocí, y más de una vez también durante el día, debo reconocer.
-Me alegra mucho que así sea, espero no desilusionarle.
-El otro día note su dedo gordo asomándose en el extremo de su sandalia, dé por seguro que no me desilusionará, no sabe los bien que la pasaremos. Ya mismo puedo imaginar como está noche recorreré sus pies con mis labios, puedo imaginar su sutil sabor, la acerba textura de su planta y la suave caricia de su lomo.  Me estremezco de sólo considerar los ocultos rincones que se esconden entre cada uno de sus dedos, dóciles y estrechos, plácidamente surcados por mis labios y mis manos.  
-Sus palabras tiñen de anémona y rubí mis mejillas,  es usted todo un caballero Sr. Osvaldo.
-Sólo ante una verdadera dama un hombre descubre sus verdaderos atributos de caballero. Y... Amanda... ¿Está bien que le diga Amanda? Dígame simplemente Osvaldo, Osvaldo a secas.
-Está bien... Osvaldo.
-Como me gusta oír su voz, Amanda.
(Se acerca el mozo)
-Yo voy a ordenar el lomo a la mostaza con papas noisette. ¿Usted que desea ordenar?
-Yo un licuado de banana, grande, nada más.
-Había pensado en que acompañásemos la cena con un vino Amanda, pero viendo lo que usted ha ordenado no creo que sea conveniente.
-Oh, no, para nada. Tomemos un vino... Osvaldo. Licuado de banana con un syrah es un maridaje perfecto, ¿No no le molesta que sea syrah, no?
-Al contrario, me encanta. Que sea un syrah por favor...
(El mozo se aleja)
-Debí haberle aclarado al mozo que el licuado lo quería en un vaso grande.
-¿Cree que no se dará cuenta?
-Una vez fui a cenar a un restaurante muy paqueto en recoleta, y yo siempre ceno con un licuado de bananas, desde los trece años, también habíamos ordenado vino, justo como hoy, y usted no  se imagina... Me lo trajeron en un plato hondo, como si fuese una sopa.
-¿Y estaba rico?
-Nada feo, tengo que reconocer, pero no es el caso. Un licuado no se sirve en un plato hondo. A veces la gente se deja llevar demasiado por el snobismo. Para mi las cosas hay que hacerlas como si uno acabase de levantarse un domingo al mediodía en su casa.
-Comprendo, no tiene que decir más.
-Tampoco hay que exagerar, claro está. Uno no sale en camisón a la calle.
-La imagino en camisón y me cuesta contenerme. No me cuente nada, no me diga si es de una o dos  piezas, o si lo usa con ropa interior debajo... O quizás no sea más que una vieja tanga que atesora lo más intimo de sus...
-Bueno, le puedo decir de algo que llevo siempre en la cartera, pero no quiero desviarlo de sus pensamientos.
-Yo junto a usted, en cambio, sólo pienso en desviarme, en derrapar en cada curva de su cuerpo. En   beber sus ojos hasta ahogarme en esos espejos de agua que cubren lo hondo de su...
-Ah, no! No me venga con los ojos.
-¿Cómo?
-Los ojos, los ojos... no hay nada que esté más sobrevalorado que los ojos. No soporto a la gente que se deja deslumbrar por los ojos. Pura porquería. Sabe qué es lo que realmente vale la pena. La boca. La boca es la puerta del alma. Es inútil comparar a ese par de señoritos mirones con la vehemencia que va desde la palabra hasta el mordisco, que es capaz de descubrir mil formas ocultas en la piel, un universo de sabores que los ojos jamás siquiera presentirían. ¿Quiere conocer realmente a alguien? Lléveselo a la boca. Si los ojos pudieran darnos tan sólo un décimo de lo que la boca nos da, para ser felices nos alcanzaría con las vidrieras. Y esto la naturaleza lo sabe bien. De qué forma reconoce un niño al nacer a su madre: por la boca, al buscar la teta. Y es esa posiblemente la primera sensación placentera que uno siente en la vida. Y que desilusión debemos  de llevarnos al ir probando el resto de los sentidos, y encontrarnos con la vista, tan sobria en comparación a la exuberancia chupar una teta. Pero no nos detengamos ahí. La materia misma de nuestro cuerpo entra a nosotros a través de la boca, y lo más destacado de nuestro ser, la palabra, se expresa a través de la boca. Llévese un choripan a la boca, y al masticar se revelaran arcanos que escapan del alcance de toda exhortación, incluso esta. Arrójese al cuello de su enemigo y hunda sus dientes en la yugular, y qué después le vengan a hablar de miradas que matan. No, querido, las miradas son cosas de niño.
(Entra el mozo y deja la comida en la mesa)
(Amanda agacha la cabeza hasta el plato con licuado y da unos sorbos con la lengua)
(Osvaldo, pasando el cuerpo por arriba de la mesa, se acerca a sus labios y le limpia la boca a lengüetazos. Luego toma el bife de lomo con la mano y pega un mordisco, sin que este llegue a ceder)
(Amanda muerde el otro extremo y ambos tironean en forma sensual mientras mastican el bocado)
(Osvaldo la mira con ojos enamorados)
(Una cachetada le cruza el rostro)
-Me estabas mirando raro -aclara ella.
-Mejor terminamos esto y nos vamos -dice mirando el reloj.
-Uy! Sí, hay que pasar a buscar a los chicos, mis viejos se deben estar durmiendo ya.

1 comentario:

Nicolás Aimetti dijo...

Este es un diálogo viejo que me había quedado sin terminar, y que al fin terminé.
El tema de la boca quedó medio parco, me hubiese gustado darle un poco más de vuelo, y es posible que haya errores, ya que salió medio apurado, así que después lo miro bien.
Bueno, con estos dos hay como para ir arrancando. Después seguimos.
Desde septiembre que no publicaba nada, pero que pibe colgado, qué cosa sería che.