Hoy,
seis de mayo del dos mil doce
la
luna brillará más que nunca.
Desde
mi balcón
sólo
se ven edificios.
Compro
puchos en el camino.
A
tres o cuatro cuadras
el
parque se asoma al Paraná..
Una
pareja improvisa un picnic
bajo
la torpe luz
de
demasiados faroles.
No
es fácil escaparle a la ciudad.
Al
norte, la parte edificada se interrumpe.
El
césped está húmedo
y
apenas una lámpara
felizmente
insuficiente
vuelca
su luz cada cincuenta metros.
Sobre
la margen del río
crecen
sombras como árboles.
Al
verme pasar,
una
pareja se levanta asustada,
y
vuelve a dejarse tragar
otra
vez por la noche.
Distante
y perdido
encuentro
el lugar perfecto
para
cometer un crimen
o
drogarse.
Ahí
se puede oír
el
correr oscuro del Paraná.
Entre
las ramas
veo
la luna.
2 comentarios:
Cómo cuesta escaparle a la ciudad, amigo Nicolás... Buscar una luna, un río, un césped...
Me vino a la mente un Tom Sawyer o un Huckleberry Finn contemporáneo, maduro, poético y de cara a otro río.
Abrazo!
Gracias, Eduardo. Abrazo!
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